*Estos perritos son considerados guías espirituales pues conducen el alma de los difuntos hacia el eterno descanso.
Millones de mexicanos ya se están preparando para la llegada de una de las tradiciones de mayor importancia: el Día de Muertos, celebración en la que se tiene la creencia que nuestros seres queridos que han fallecido regresan al mundo de los vivos para convivir un día más con nosotros.
Sin embargo, esta festividad no podría ser lo mismo sin la presencia de los perritos, y es que existen ciertas razas de lomitos mexicanos que son los encargados de guiar a las almas al Mictlán.
Primero debes saber que el Mictlán es el responsable de dar origen al Día de Muertos y a la manera en la que México ve a la muerte, pues este lugar es considerado el inframundo de las culturas prehispánicas.
Antes de la llegada de los conquistadores españoles, los pueblos indígenas tenían su propia manera de interpretar el mundo, la vida y la muerte, por lo que el llamado inframundo era el lugar del descanso eterno de las almas de quienes se nos han adelantado en el camino.
Según las creencias, las almas tenían que pasar un viaje de cuatro años atravesando múltiples obstáculos que miden la fortaleza de nuestro espíritu, y posteriormente se encontraban con las puertas del Mictlán, donde eran recibidos por el señor de la muerte Mictlantecuhtli y la diosa Mictlancihuatl.
¿Qué perritos te llevaban al Mictlán?
No obstante, para que las almas de los difuntos lograran llegar al lugar del descanso eterno eran guiados por dos razas de lomitos que te revelaremos a continuación:
Xoloitzcuintle
Esta es una de las razas más conocidas en esta historia prehispánica e incluso nos ha quedado más clara su función en el Día de Muertos gracias a la película de Disney, ‘Coco’.
Y es que el Xoloitzcuintle era considerado un animal sagrado, un guardián y aliado trascendental, ya que era el responsable de acompañar al difunto, sólo a aquellos que morían de forma natural, hasta la entrada al Mictlán.
El lomito guiaba y protegía al alma del fallecido, mientras éste cruzaba un río y nueve estaciones de mucho peligro: barrancas, desiertos, entre otros, hasta llegar al lugar del eterno descanso.