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Precauciones contra el olvido

Por Francisco Peralta Hernández
Los misterios de una historia casi olvidada me hicieron reflexionar sobre el deber que tenemos de preservar el pasado y la interminable lucha que libramos contra el olvido.

Recién vuelvo con las columnas después de un pequeño plazo de vacaciones en los que me centré en reflexionar el papel de la difusión y la memoria en el ejercicio de la ciencia histórica. Dentro de este lapso ocurrieron dos acontecimientos significativos que me gustaría recuperar para arrancar con la reflexión que quiero compartir esta quincena.

En este inter vacacional me di a la tarea de recopilar y ordenar las fotografías y documentos que mi abuela había guardado a lo largo de su vida. De un momento a otro me encontré con un abundante material que retrataba diversos episodios de la vida familiar e incluso de la vida en aquella querida y añorada Cuautla de antaño.
Risas, amores y misterios retratados en pequeños cuadros en blanco y negro. Cientos de personajes desconocidos y lugares comunes víctimas del implacable tiempo.
A lo largo de una exhaustiva revisión empecé a percatarme de los enormes vacíos de información que tenía al respecto. Comencé a bombardear de preguntas a mi madre esperando tener alguna pequeña certeza sobre las fotografías y sus protagonistas y, aunque conseguíamos averiguar algún que otro dato, era evidente que estos episodios de la vida se volvían cada vez más indescifrables. Como balde de agua fría, me percaté de que estas historias jamás podrían contarse íntegramente. Los emocionantes e intrigantes recuerdos de aquellas experiencias habían muerto junto con los protagonistas que los ostentaban.

Es sobre esta idea que gira el título de este artículo: “Precauciones contra el olvido”. ¿Es posible lograr algo así? Quizá no por completo. Sin embargo, no por ello debemos dejar que el tiránico imperio del olvido se extienda por ahí. El afán de comenzar con esta pequeña anécdota es presentar un problema que podríamos haber resuelto fácilmente. Quizá escuchar con más atención e interés aquellos relatos que de pronto nos cuentan nuestros mayores; compartir algún momento en el que preguntemos sobre estos pequeños episodios de la vida o, con un poco más de tiempo, incluso podríamos entrevistarles y grabar aquello que conservan en su memoria.
Todos podemos convertirnos en guardianes del recuerdo, bastan acciones pequeñas para conservar toda una vida de relatos que, de no tenerles en consideración, perderíamos para siempre.

Este asunto de la memoria es un tema crucial en la historia y, a su vez, una cuestión con la que lidiamos toda la vida. Siguiendo aquella idea de que toda historia familiar es universal me atrevo a contarles esta pequeña desventura personal para despertar el interés en el lector de interesarse tanto por su memoria familiar como por aquella que le sigue.

Por ejemplo, de un tiempo a esta parte hemos observado como poco a poco lo que alguna vez conocimos como el hotel Vasco fue engullido por otra tienda comercial. Dicho hotel había formado parte de la historia de Cuautla a tal grado de volverse incluso un referente geográfico. Aunque quizá esta cuestión parezca una nimiedad, es alarmante pensar que el centro de la ciudad comienza a ser arrasado por transnacionales innecesarias y que, de ahora en adelante, el Vasco no es más que un retazo de memoria, al menos hasta que lo olvidemos; porque sí, la destrucción física también engendra la destrucción de la memoria.
Es evidente que, al menos por ahora, no podemos hacer mucho frente a estos imperios comerciales; sin embargo, si podemos rescatar esas pequeñas historias familiares. Porque quizá, al observar una fotografía de algún antepasado nos encontremos con un mundo distinto, con una pequeño momento de la vida que sobrevivió en papel y que, con el interés adecuado, podrá contarnos una historia sin igual.

No permitamos que los archivos del olvido engullan todas las historias que sin duda merecen ser contadas. Comenzar a tener en consideración a la memoria familiar es un pequeño ejercicio que les propongo con el fin de que, más adelante, seamos un enorme grupo de defensores del recuerdo capaces de detener el avance de todo aquello que nos arrebata la memoria.