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Otis: el huracán que desconcierta a científicos y meteorólogos

Otis pasó de tormenta a huracán de categoría 5 en menos de 12 horas. ¿Por qué nadie vio venir el desenlace?, Entre modelos matemáticos y el cambio climático, los científicos aún no tienen una respuesta.

La violencia del huracán Otis fue inesperada. Escaló de tormenta tropical a evento de categoría 5 en menos de 12 horas. Nadie detectó a tiempo que Otis se convertiría en la peor tormenta de los últimos 30 años en el Pacífico. Los modelos no predijeron la intensificación del fenómeno con la antelación usual, lo que dejó a Acapulco, Guerrero, una región mexicana densamente poblada, con poquísimo tiempo para prepararse ante la catástrofe, ¿qué falló?

Las tormentas que se intensifican rápido son casos extraordinarios, pero incluso dentro de esas anomalías, Otis destacó. En general, se considera que un huracán se intensifica de forma rápida cuando los vientos aumentan su velocidad 55 kilómetros por hora en 24 horas. En el caso de Otis incrementaron 111 kilómetros por hora en un lapso de 12 horas. El Centro Nacional de Huracanes calificó tal cambio como ‘explosivo’. En el momento crucial, Otis cruzó el estado de Guerrero con vientos máximos sostenidos de 265 kilómetros por hora, según el Centro Meteorológico Especializado de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).

Jorge Zavala Hidalgo, director e investigador del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático en la UNAM, señala algunas cualidades de Otis “Fue categoría 5 y los fenómenos de este nivel son pocos, raros. El ciclón tocó tierra con la más alta clasificación, cuando lo usual es que estos fenómenos alcancen la máxima categoría lejos de las costas y se debiliten al entrar al continente, pero sin duda su rasgo más memorable será haber cambiado tanto en tan poco tiempo”, explica. Este año hemos visto situaciones similares, en Florida vimos a Idalia convertirse rápidamente en monstruo, la tormenta Lee mostró el mismo comportamiento.

Fenómeno explosivo

Zavala cuenta que para las seis de la tarde (hora de México) del 23 de octubre, los pronósticos de distintas agencias internacionales y grupos de investigación sugerían que Otis sería solo una tormenta tropical. Todos. Mientras que ningún modelo computarizado mostró banderas rojas.

En la siguiente ronda de predicciones, estos juicios se actualizan cada seis horas. Casi todos (alrededor de 12 ), insistían en que sería tormenta tropical. Solo dos pronosticaron que se volvería huracán de categoría uno. Para las 12 de la tarde del martes 24 de octubre, el fenómeno estaba entre la frontera de las categorías dos y tres, aunque seis hora antes nadie notó que llegaría a categoría dos.

El pronóstico dio un giro el martes, luego de que el avión caza-huracanes sobrevoló la tormenta y mostró que la intensidad era mayor de la que se veía en estimaciones por satélite. En la noche del martes, desde el Centro Nacional de Huracanes se describió a Otis como un «escenario de pesadilla”. Finalmente el meteoro entró a Acapulco, Guerrero con la categoría más alta.

La pesadilla: un mal pronóstico

El investigador Zavala, quien ha estudiado temas como la interacción entre océano – atmósfera, cambio climático y modelos de predicción, indicó que Otis no fue bien diagnosticado. En su cuenta de X, Tomer Burg, científico de la atmósfera, mostró un gráfico sobre como los modelos globales y de huracanes no detectaron la intensidad de Otis.

Zavala explica que al hablar de pronóstico de huracanes hay dos variables: trayectoria e intensidad. La primera tiene que ver con predecir dónde van a estar dentro de seis, 12, 24 y 48 horas. Con Otis este campo estuco más o menos bien pronosticado, lo usual. Pero con la intensidad, que se refiere a la velocidad de los vientos para el futuro, los cálculos con Otis fueron terribles.

Por ahora, puntualiza el científico, “no sabemos muy bien por qué no se pronosticó la intensificación con precisión, hay que hacer un análisis cuidadoso”. En particular, señala la necesidad de revisar si la información que se tenía para alimentar los modelos era adecuada, tanto las condiciones iniciales como de frontera. Además de considerar las limitaciones de los modelos, por si existe alguna cuestión que no se conozca muy bien y que este huracán exponga.

Esto muestra a Otis como un evento anómalo a ojos de la ciencia actual. El caso, no invita, sin embargo a tirar la ciencia que se usa para hacer los pronósticos. Es que el grado de error al pronosticarlo no está dentro de las estadísticas de errores. Esto se ve en la siguiente gráfica de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) que muestra el promedio del error de todos los pronósticos de todos los huracanes entre 1990 y 2022.

La línea roja muestra que el error a 24 horas, desde el año 1990 hasta el año 2022, se redujo de 12 nudos a ocho nudos (un nudo es una milla por hora). Sin embargo, en este evento fue de más de 80 nudos.

Estadísticamente esto no significa que los modelos no sirvan. En realidad, han sido de gran utilidad a lo largo del tiempo. Este año, por ejemplo, detectaron la rápida intensificación del huracán Idalia antes de su arribo a Florida.

Intensificación de huracanes

Los ciclones tienden a formarse en aguas tropicales calientes. La energía de la que se alimentan es térmica, necesitan agua cálida y humedad para crecer. Entonces, cuando los océanos arden, como durante el actual fenómeno de El Niño, hay mayor disponibilidad de energía. Para que un huracán adquiera rápido mayor intensidad, explica Zavala, se necesita una capa de agua caliente y profunda. Sin embargo, para identificar la temperatura, se requiere un equipo de personas que vigile el contenido del calor en el mar a punta de análisis de información satelital y de conocer la región.

Otro requisito son los vientos. Que no exista mucha diferencia entre los que hay en niveles bajos, cerca de la superficie, a los que hay a los 12 kilómetros de esta. Si son distintos en la horizontal, los vientos se llevan las masas de aire en direcciones distintas y se destruye el huracán. “Se dice que tiene que haber muy poca cizalladura de los vientos, o muy poca diferencia entre el viento en lo alto y en niveles bajos, esto incluye rapidez y dirección”.

Otra condición que debe cumplirse es que no haya masas de aire seco, pues este debilita las tormentas. Algo a tener en cuenta es que, debido al cambio climático, algunas partes del mundo son cada vez más húmedas.

Zavala indica que, en un escenario de cambio climático, en promedio, se espera que los huracanes tiendan a ser más intensos y tengan más precipitación asociada, “pero que sean menos predecibles, yo creo que no”.

Hablemos de modelos

La operación de los modelos numéricos que predicen cómo va a evolucionar un huracán dependen tener buena información del fenómeno y del ambiente en el que ocurre. Para este caso, señala el investigador, “hay que revisar si la información estuvo incompleta o que pasó”.

Estas herramientas, dice, se basan en ecuaciones de dinámica y de termodinámica. Zavala explica la parte dinámica con un juego de billar. Una jugadora que conoce la ubicación, dirección y velocidad de una bola puede suponer qué pasará. Si tiene buenos datos y es experta, puede determinar la trayectoria. Las ecuaciones de movimiento hacen cálculos similares, pero para toda la atmósfera en tres dimensiones y para millones de puntos.

Si se tiene una buena fotografía del estado de la atmósfera, indica, se puede pronosticar cómo va a evolucionar en las próximas horas, esto porque se espera cierta constancia en el futuro. Entonces ¿qué puede fallar? Datos incompletos o limitaciones en los modelos.

Zavala indica que, para el caso de Otis, “creo que no hay un radiosondeo activo en este momento en isla Socorro, que sería complementario para saber cómo están las condiciones en estas regiones”. La información que este aportaría información se supo hasta la visita del caza-huracanes del Centro Nacional de Huracanes a las dos de la tarde del martes. Además, reportes indican que tampoco está operando el radar de Acapulco, que daría información de los vientos, de la posición del centro del huracán y un poco de la estructura vertical del ciclón, datos útiles para estimar cómo va a evolucionar.

¿Cómo se crean los pronósticos?

Pero los modelos son solo una parte del pronóstico. El Centro Nacional de Huracanes, que es parte de la Organización Meteorológica Mundial, de la cual México también es miembro, emite pronósticos oficiales. Los hace usando un conjunto de varias corridas del sistema de Estados Unidos. Así revisan el comportamiento más probable.

Ademas de los modelos, emplean datos de satélite, normas climatológicas y ponen atención a cuestiones estadísticas, es decir cómo han evolucionado en el pasado otros huracanes en condiciones similares. “El modelo te puede decir lo que quieras, pero el experto al final debe conocer el modelo dinámico y el estadístico y tomar una decisión basada en esa información”.

Por ejemplo, se sabe que, históricamente, la actividad ciclónica tropical tiene cambios en condiciones intensas del fenómeno de El Niño. En registros previos, para Chiapas, Oaxaca y Guerrero se ha observado que produce temporadas más activas que el promedio.

Es necesario saber que México sigue el pronóstico del Centro Nacional de Huracanes y con eso detecta los impactos regionales. Estos pueden ser por vientos, por marea de tormenta —uno de los más peligrosos como se vio en Florida el año pasado con Ian— y por precipitación, que causan arrastre de piedras, problemas con sedimentos de arroyos, desbordamiento de ríos y deslaves.

Como excoordinador del Servicio Meteorológico Nacional durante dos años, Zavala señala que hay que estudiar qué ocurrió para aprender de esta difícil situación. Lo ideal, enfatiza, es tener suficiente información para tomar buenas decisiones con antelación.

Originalmente publicado en Wired