Sofía es el nombre ficticio de una mujer de 32 años menuda, tímida y de mirada amable. No quiere ser identificada con su nombre real para no ser reconocida por los montadeudas, que durante meses la acribillaron a llamadas y mensajes amenazantes después de pedir un crédito a través de una aplicación móvil. El Consejo Ciudadano para la Seguridad y la Justicia de la Ciudad de México, que sigue desde hace tiempo estas estafas, ha registrado un aumento del 454% por delitos de montadeudas en los últimos seis meses. El año pasado recibían, de media, 161 llamadas de víctimas al mes, frente a las 892 mensuales que han atendido de enero a julio de 2022.
A principios de agosto, el esposo de Sofía tuvo un accidente de coche y se partió el fémur y la cadera. Unos días después, su padre y su hijo de dos años enfermaron. A Sofía se le cayó el mundo encima. No tenía nadie en quien apoyarse y necesitaba dinero de forma urgente, así que pidió un crédito en Jose Cash, una de los cientos de aplicaciones que circulan para obtener dinero fácil (Okdinero, Okcrédito, Baubap, ILana, Lanacredit, etc).
En apariencia y hasta que dan su primer crédito, Jose Cash y el resto de aplicaciones parecen inofensivas. Tienen una interfaz amable, sencilla y aparentemente seria y legal. Además, no piden el historial crediticio y tampoco se afanan en comprobar si la persona podrá devolver el dinero. Sofía, al verlo, pensó: “Genial, esto se ve bastante bien”. Así que la descargó, dio todos sus datos personales (nombre, documento identificativo, lugar de residencia y de trabajo, etcétera), aceptó las peticiones de acceso al contenido de su celular y pidió un crédito de 10.000 pesos a devolver en 90 días.
A los tres minutos empezaron los problemas. “Me depositaron menos de 5.000 pesos y me dijeron que era porque me estaban cobrando una comisión por haberme dado el crédito”, cuenta Sofía, “y ahí ya empecé a preocuparme”. Tres días después de recibir el dinero, vino el acoso. Querían que pagase ya. “Me llamaban todos los días varias veces y me amenazaban con molestar a mi familia y contar en mi trabajo que soy una deudora, que debo dinero”, relata. Al descargar la aplicación y aceptar las condiciones, ella les había dado acceso a su galería, contactos y localización. Ahí estaban las fotos de su familia, su hijo, y el contacto de sus padres y de la gente de su trabajo.
Pronto, las amenazas escalaron. “No respetaron los 90 días, cada vez los intereses subían más y empezaron a llegar mensajes que decían ‘ya sabemos que tienes un hijo, dónde va al colegio y dónde trabajas’”, dice Sofía, y continúa: “Ahí ya fue cuando empezó una psicosis para una… fue muy duro”.
Un 55% de los reportes que llegan al Consejo Ciudadano provienen de la Ciudad de México. El resto llega principalmente del Estado de México, Coahuila, Veracruz, Jalisco y Puebla, según los datos recogidos por esta entidad. Su director, Salvador Guerrero Chiprés, considera que el asunto sobrepasa los límites nacionales. “Es un problema del exceso de liquidez global en el sistema, que está llevando a gente de todas partes a meter dinero en este tipo de instrumentos. No solo de China, también de Venezuela, Panamá, o Colombia”, asegura Guerrero. “Es un tema global que solo estamos tratando nosotros”, se lamenta el director.
El pasado 17 de agosto, la policía de Ciudad de México emprendió una operación en la que se catearon 12 call center que trabajaban en estas extorsiones. Detuvieron a 24 personas de origen asiático, según informó el jefe de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, Omar García Harfuch, que aseguró que la organización tenía conexiones en España, Colombia y, la más importante, en China, desde donde se coordinaba la operación. También explicó que en el operativo fueron desactivadas 90 aplicaciones montadeudas.
Además, Guerrero cuenta que aquellas detenciones “tuvieron un impacto importante”. De las 676 aplicaciones montadeudas que tienen registradas, 350 desaparecieron al día siguiente. “Tenemos reportes de ciudadanos que aseguran que trabajadores de otros call center simplemente desaparecieron, dejaron de ir al trabajo al día siguiente”, asegura el director, y reclama: “Pero esto no puede parar, necesitamos que sigan las operaciones policiales”.
David (nombre ficticio de un chico de 27 años) no necesitaba el dinero, pero pidió un crédito de 800 pesos para mejorar su buró crediticio, un historial que registra el comportamiento frente al pago de créditos. David explicaba que su plan era ir asumiendo pequeñas deudas que sabía que podía pagar, para que, si en un futuro quería comprar una casa o un coche, su historial de devoluciones fuese bueno y le concediesen el crédito. Para las personas con menos recursos, integrarse en el sistema bancario tradicional es muy difícil, especialmente en México, que tiene una de las tasas de bancarización más bajas de toda Latinoamérica. El 30% de la población entre 18 y 70 años se encuentra fuera del sistema bancario, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Días después de haber recibido su dinero, David efectuó el pago con intereses que le requerían. A los pocos minutos le llamaron: “Resulta que me habían hecho otro ingreso que yo no había pedido. Tenía 15 días para devolverlo con intereses”. Decidió no pagar. Además, descubrió que esas aplicaciones no están reguladas y que aunque pagase sus deudas, eso no quedaría reflejado en su buró crediticio.
La extorsión que sufrió fue brutal, con mensajes a su familia, audios y llamadas constantes. “¡Tú, pinche pendejo, paga de una vez!” es de los insultos más suaves que se escuchan en los múltiples audios que va reproduciendo a lo largo de la entrevista. Hasta que por fin, el acoso se detuvo, justo en las mismas fechas en las que la policía realizó las detenciones en los call center. El resto de víctimas consultadas también notaron en esas fechas una disminución en el número de mensajes y llamadas que recibían.
Sofía tuvo que recurrir a un amigo y acabó pagando más de 15.000 pesos a sus acosadores para que la dejaran en paz. “No me podía apoyar en mi familia, mi papá enfermó, mi esposo con el accidente… Era yo la que se supone que tenía que cuidar de ellos y no, ¡lo que estaba haciendo era ponerlos en peligro! “, se lamenta. Por suerte, las llamadas y los mensajes han cesado, así que concluye: “Necesitaba el dinero rápido y así sin muchas complicaciones ni líos, pero la verdad que me salió bien caro”.
Fuente: EL PAÍS