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La guarida del profesor

Por Francisco Peralta Hernández
Hace varios años, en mi niñez, mi abuela me llevó a un rinconcito del zócalo donde me encontré con una casa que, sin previo aviso, se convertiría en un sitio de vocación y futuro. Estoy hablando, claro, del Museo del Oriente de Morelos “Casa de Morelos”, una antigua casa que esconde una colección de memoria insurgente y revolucionaria. El museo suele pasar desapercibido para un sector de jóvenes cuautlenses. Inclusive, varios amigos me han comentado que desconocían por completo la existencia de algún museo del zócalo. Para muchos puede parecer increíble, más para todos aquellos que tuvimos la fortuna de conocerlo desde hace tiempo y de compartir la experiencia de la historia a través de sus pasillos y su jardín. Esa labor de difusión del museo es, en parte, el objetivo del artículo de esta quincena, pero también aprovecho que hace un par de días celebramos a los profesores para hablar de la dupla de maestros que han estado al frente del museo en los últimos años, ambos, de una u otra forma, han tenido un impacto en la vida de los cuautlenses y en el desarrollo de la historia y la cultura en nuestro municipio, para ellos y para el museo es este sencillo pero significativo artículo en forma de homenaje. El museo ha sido cómplice y testigo del paso de la historia por nuestra ciudad. Dentro de sus salas podemos ver las diversas etapas de la historia que han convivido con este lugar, pues, nos transportamos de la época prehispánica a la revolución con tan solo unos pasos. Sin lugar a duda, el suceso de mayor relevancia para el museo es aquel que le ha dado su nombre, la estadía de Morelos durante los épicos sucesos del sitio de Cuautla. Sin embargo, este inmueble también fue testigo de la revolución y del paso de los zapatistas por Cuautla, lugar en el que ahora descansan los restos del General Emiliano Zapata, a unos pasos del museo en la plaza Revolución del Sur.

Además de sus salas, el museo cuenta con un jardín en el que se llevan a cabo de manera recurrente diversos eventos culturales y de interés general en los que se busca acercar el pasado histórico de nuestra ciudad al gran público. Personalmente, he tenido la oportunidad de colaborar con el museo en diversas actividades y la consiga siempre ha sido clara, divulgar y difundir la historia de una manera clara, sencilla y entretenida con el fin de acercarnos a la población y despertar el orgullo de ser cuautlense.

Esta visión ha crecido en mí gracias a diversos profesores, entre ellos el que ahora lleva las riendas del museo, Uriel González. “El profe”, como suelo llamarle, ha sido pieza clave en la gestión de una serie de eventos culturales, sin embargo, más que reconocer una interminable lista de eventos y gestiones, quiero reconocer su entusiasmo y calidez. La figura del profesor es de suma importancia en nuestras vidas, son aquellos encargados de instruirnos y acompañarnos en nuestra formación, pero también son amigos y cómplices, consejeros y críticos. En los tortuosos, pero apasionantes caminos de la historia suelen existir competencia y frialdad, sin embargo, Uriel ha sido uno de los grandes maestros que me ha enseñado otra forma de ver la historia, una de compromiso y rigor, pero también de calidez y comunidad. Estas cualidades son las que lleva al museo, son las que han hecho que estos años la gestión cultural desde su trinchera no esté apagada. Muchas de estas cualidades vienen del otro gran hombre que dirigió el museo antes de Uriel, el antropólogo Carlos Barreto Mark. No tuve la fortuna de conocer al profesor Barreto Mark, sin embargo, conozco su obra y una parte de sus consejos y sabiduría se me ha transmitido a través de Uriel. Sin duda fue un apasionado de su labor, un hombre comprometido con la historia y con la población, maestro y amigo. Finalmente, no queda más que invitarles a recorrer la guarida del profesor, aquel museo escondido en un rinconcito de zócalo y dejarse maravillar por el viaje en el tiempo que presentan sus salas. Guardo con cariño al museo desde mi niñez, por eso les invitaría a que los visiten en compañía de su infancia interior, déjense cautivar por las salas y por la historia que esconden sus pasillos.

Solo me queda agradecer a todos los profesores del mundo por ser guías e inspiración tanto en las aulas como en la vida. Gracias por tan noble labor.

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