La columna de Andrés Salas
Concesionarios y líderes del transporte en Morelos han iniciado gestiones ante el gobierno estatal para buscar un ajuste en la tarifa mínima del pasaje. La solicitud, presentada desde enero de este año ante la Secretaría de Movilidad y Transportes (SMyT), busca elevar el costo del pasaje de 10 a 14 pesos.
¿Pero qué hay detrás de esta petición? ¿Es una necesidad legítima o simplemente una muestra de codicia desmedida?
Los concesionarios argumentan que los gastos en refacciones, diésel y mantenimiento de las unidades han aumentado como un cohete sin control. Según ellos, el precio actual del pasaje no cubre ni siquiera la mitad de estos costos. ¿Será cierto o solo una artimaña para llenar sus bolsillos?
Mientras los concesionarios se debaten entre el lujo y la necesidad, los usuarios quedan atrapados en medio de esta lucha de poder. ¿Qué pasa con aquellos que dependen del transporte público para llegar a sus trabajos, escuelas o citas médicas? El aumento propuesto podría significar menos comida en la mesa o menos oportunidades para los más vulnerables.
Antes de pensar en subir las tarifas, ¿no deberíamos asegurarnos de que el servicio actual sea digno de un ser humano? Unidades en mal estado, choferes que parecen corredores de Fórmula 1 en calles llenas de baches y rutas que parecen diseñadas por un laberintoista profesional. ¿Es esto lo que merecen los pasajeros?
La Secretaría de Movilidad y Transportes (SMyT) tiene la palabra. ¿Aprobarán el aumento y darán rienda suelta a la codicia de los concesionarios? ¿O escucharán el clamor de los usuarios y buscarán un equilibrio justo?
En este drama de proporciones épicas, solo una cosa es segura: el transporte público en Morelos está en el centro de la tormenta. ¿Quién saldrá victorioso? Solo el tiempo lo dirá. Ya lo diría mi abuelita: «El valiente vive, hasta que el cobarde le arrima unas cachetadas». Y la ciudadanía hoy puede ampararse para evitar que se logre dicho aumento. Hasta la próxima apreciados lectores.