Por Andrés Salas
Cuautla despide un trienio marcado por la violencia que ha dejado una profunda huella en su tejido social. Los últimos tres años han sido testigos de un incremento alarmante en los índices delictivos, convirtiendo a este municipio en uno de los más peligrosos del estado de Morelos y me atrevo a decir que de todo el país.
Uno de los hechos más alarmantes ha sido el asesinato de líderes sociales y políticos. Estos hombres y mujeres, que dedicaron sus vidas a construir un mejor futuro para sus comunidades, fueron cobardemente silenciados por la violencia. Sus muertes, lejos de ser casos aislados, revelan un patrón de violencia sistemática dirigida contra quienes defienden los derechos humanos y luchan por la justicia social.
Paralelamente, el cobro de piso se ha convertido en una práctica común que aterroriza a comerciantes y empresarios. La extorsión ha asfixiado la economía local, obligando a muchos negocios a cerrar sus puertas y generando un clima de inseguridad que ha ahuyentado la inversión.
Durante 2022, 2023 y 2024, los habitantes de Cuautla vivieron con el temor constante de ser víctimas de un delito. Asaltos a mano armada, robos a casa habitación y secuestros se convirtieron en parte de la cotidianidad, generando un clima de miedo y desconfianza.
La impunidad ha sido una de las principales causas de esta espiral de violencia.
La falta de resultados en las investigaciones y la aparente incapacidad de las autoridades para garantizar la seguridad de los ciudadanos han generado un sentimiento de frustración y resignación entre la población.
Es urgente que las autoridades implementen medidas efectivas para combatir la violencia y restaurar el Estado de derecho en Cuautla. Se requiere una estrategia integral que aborde las causas profundas de la inseguridad, como la pobreza, la desigualdad y la falta de oportunidades. Asimismo, es fundamental fortalecer las instituciones de seguridad y justicia, y garantizar que los responsables de estos crímenes sean llevados ante la justicia.
La ciudadanía de Cuautla merece vivir en paz y seguridad. Es hora de que las autoridades escuchen su clamor y tomen las acciones necesarias para poner fin a esta pesadilla. Ya lo decía mi abuelita: «Siempre vendrán tiempos mejores» y yo agregaría «Solo esperemos que no tarden mucho». Hasta la próxima apreciados lectores.