•Tan poderoso es el recuerdo que reconstruye el pasado y pone la primera piedra para el futuro.
Por Francisco Peralta Hernández
¿Qué nos han dejado aquellos que, sin saberlo, sembraron en nosotros un sueño? Hace tiempo, escuchaba historias de un Cuautla de antaño de la mano de doña Mari. Ella me transportaba mediante el recuerdo a sus paseos en el centro, sus anécdotas en Gualupita o sus entregas de leche a caballo. Quizá el recuerdo que más impactó en mí fue el de su estancia en la Hacienda de Coahuixtla en la que se la pasaba del tingo al tango por los pasillos, conviviendo con los peones y esperando a que se le apareciera el «Choco». En el momento en el que escuché esas historias no podía entender aquello que tenía delante y mucho menos me imaginaba que esos recuerdos de travesuras y vida cotidiana en una hacienda morelense sembrarían en mí una pasión y un interés al que le dedicaría la vida y los anhelos.
Pongo sobre la mesa esta pequeña anécdota para ejemplificar mediante mi experiencia uno de los impactos que suele tener la historia en nuestras vidas. Cuántas veces hemos escuchado recuerdos de cómo llegaron nuestros padres a la ciudad; cómo se conocieron; de dónde son nuestros abuelos, a qué se dedicaban y un largo etcétera. A más de un despistado podrían parecerle meras preguntas de sobremesa que de pronto despiertan cierto morbo e interés, pero nada más allá. En cambio, para muchos otros, esos recuerdos son la primera piedra del futuro, el deseo profundo de dedicar la vida y los anhelos a las actividades que comenzamos a entender como puentes con el recuerdo, con aquello que ya no está, pero que sin duda marcó nuestra vida. Creo que la historia está precisamente en las conexiones del pasado con el presente que terminan por ayudarnos a construir el futuro. Por lo general, discursos como el del Estado nos alejan de la historia, la convierten en algo ajeno y exclusivo, donde solo entran grandes hombres y rimbombantes acontecimientos. Lo cierto es que la realidad es otra, la historia nos atraviesa a todos en todo momento, está presente en la gran ciudad y en el pequeño pueblo; en Zapata y en el campesino; en el asfalto y en la parcela; en el libro y en la familia.
Recientemente conversando con Salvador Rueda me compartió una frase de Edmundo O’Gorman que me fue gran inspiración para esta pequeña reflexión, decía así: “Si no entendemos que la historia es parte de nuestra vida, no entendemos nada”. Creo que la frase resume todo lo que en la extensión he querido transmitir y es que sí, la historia habla de procesos, del pasado y aborda ciertos sujetos; sin embargo, también tiene sus ojos puestos en el presente y, por supuesto, en el futuro. Sí, aborda sucesos relevantes, pero lo hace desde una óptica más integral, una en la que todos los seres humanos involucrados tienen voz y son partícipes del cambio. Es decir, la diferencia está en entender que la revolución no solo fueron los hombres de libro, sino también los miles de testimonios y retazos de memoria que la vivieron, la lloraron y la lucharon de principio hasta que haga justicia.
El punto de este pequeño mensaje es hacerles entender que son parte de la historia y que esta no se esconde únicamente entre las páginas de los libros, sino que está ahí afuera, en las calles y en las personas. Basta dar un clavado en los testimonios de nuestra propia familia para encontrarnos a Clío en el camino.
Finalmente, solo puedo decirles que la historia sucede en todos lados, en todo momento y con todo tipo de actores, no hace falta caminar al museo para verla cuando el pasado y la memoria siempre han sido compañeros de vida.
Los invito a recordar y a escuchar porque la historia siempre ha estado ahí para definirnos y, sobre todo, para transformar el futuro.
¡No ensanchemos el archivo del olvido ni dejemos que se nos arrebate nuestra historia; salgamos a caminar el devenir y a pregonar memoria!