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Félix María Calleja, el hombre que sitió a Cuautla

*El sitio de Cuautla es una de las batallas más representativas de la Guerra de Independencia
cual Morelos fue capaz de vencer al más destacado militar de la Nueva España, Félix María Calleja.

Félix María Calleja del Rey (1755-1828) nacido en España fue un hombre severo y determinado, de instintos sanguinarios y rapaces.

Calleja llegó a la Nueva España en 1789. En los 27 años que estuvo en tierra americana demostró tanto inteligencia militar, dominio frente a la población, organización de milicias, disciplina castrense, como actos de corrupción, impunidad, enriquecimiento ilegal; se valió de artimañas para esquivar la justicia y evadir a la Real Hacienda (Sí, desde ese entonces ya existía el fraude fiscal) al mentir en la declaración de sus bienes. Gracias a ello, acrecentó su botín al grado de representar una de las más cuantiosas fortunas de Nueva España.

Cuando ocurrió la insurrección en septiembre de 1810 al mando de Miguel Hidalgo, Félix María Calleja fue nombrado jefe de las fuerzas del Virrey para enfrentar a los ejércitos insurgentes. Calleja conocía mejor que nadie el territorio de la Nueva España, sus elevaciones, valles, suelos, aguas, ranchos y haciendas.

En febrero de 1812, Calleja fue comisionado por el virrey Venegas, para terminar de una vez con el ejército de Morelos que continuaba la guerra de independencia y quien estaba con sus tropas ya cerca de la Ciudad de México, en el territorio que actualmente comprende el estado de Morelos.

Antes de iniciar las hostilidades, Calleja estaba convencido de que las huestes de Morelos, mal preparadas militarmente y peor armadas, no podrían resistir un ataque en forma de batallones bien disciplinados. Consideraba, asimismo, que las construcciones que componían Cuautla, la mayoría de adobe con techo de zacate, no representaban obstáculo para su avance, ni mayor protección para sus defensores. Por lo tanto, no creyó necesario sitiar Cuautla. Se decidió entonces por un fuerte y contundente ataque que se verificaría el 19 de febrero

El ejército de Calleja estaba compuesto por batallones novohispanos y españoles. Buena parte de los defensores de Cuautla eran negros y mulatos provenientes de la costa de Nueva España. Disponían de machetes, fusiles y de 16 cañones de varios calibres, entre ellos, una culebrina, pequeño cañón apodado “El Niño”, propiedad de los Galeana y que había sido empleado en su hacienda para hacer salvas los días de fiesta religiosa.

Morelos encomendó el punto más expuesto, el de la Plaza y el Convento de San Diego, a Hermenegildo Galeana, mientras que Leonardo Bravo se hacía cargo de Santo Domingo. El sur de la ciudad era cuidado por Mariano Matamoros y Víctor Bravo en la Hacienda de Buenavista.

Un primer golpe sobre San Diego fue rechazado con energía, pero una columna compuesta por los batallones de Guanajuato y el de Patriotas de San Luis, derribando los muros de las casas, logró avanzar y casi conquistar la Plaza. La voz de alarma cundió entre los defensores que, llenos de pánico, abandonaron sus puestos. En ese momento, ocurrió algo que retrasó el avance de los realistas, tiempo que aprovechó Hermenegildo Galeana para reorganizar a sus hombres y recuperar las posiciones perdidas.

El resultado de este primer combate sorprendió a Calleja, quien como dijimos, no creía capaces a los rebeldes de oponer resistencia. El número de heridos y prisioneros, así como la muerte de los coroneles realistas conde de Casa Rul y Juan Nepomuceno Oviedo, oficiales criollos muy queridos por sus hombres, determinó al general español a poner sitio a Cuautla en lugar de intentar tomarla a viva fuerza.

Por su parte, los insurgentes se preguntaban ¿Qué fue lo que detuvo el ataque de los hombres de Calleja? Comenzó pronto a correr una explicación. Un niño de unos doce años, llamado Narciso Mendoza, había permanecido en su puesto y, teniendo sobre sí a los dragones realistas, prendió fuego a un solitario cañón que habían abandonado sus compañeros.

Con estas noticias se decidió establecer un sitio que tendría una duración prevista de aproximadamente seis u ocho días.

Desde ese momento, Cuautla quedó bajo ataque constante. Era bombardeada cada cuarto de hora y el fuego de fusil no cesaba. El sitio se convirtió en una cuestión de tiempo para los sitiados y los sitiadores. Mientras tanto los esfuerzos de Morelos se dirigieron a romper el cordón formado por los realistas para proporcionarse víveres.

El sitio a Cuautla abre uno de los episodios más dramáticos de la guerra, pues debido a su larga duración las circunstancias no fueron favorables para ninguno de los dos bandos. Lo cierto es que si Morelos conseguía mantenerse en Cuautla hasta la estación de lluvias, su triunfo se vería asegurado, pues los soldados realistas caerían presa de las enfermedades. De esta manera, el asedio se convirtió en una cuestión de resistencia.

Al encontrarse frente a una situación extrema que no parecía mejorar, el gobierno del virrey Venegas intentó la rendición de los insurgentes por medio del indulto. De esta manera, el primero de mayo se hizo pasar a Morelos dos copias del mismo. El cual permaneció sin respuesta alguna. Este mismo día por la noche, Calleja se dirigió al virrey exigiendo su se retirado de la batalla debido a las condiciones deplorables de la tropa en general. Sin embargo, horas después, antes de que el virrey recibiera la carta de Calleja, se produjo la huida de los insurgentes. El virrey ya no tuvo que considerar la solicitud de retiro de Calleja y éste, tras la huida de los rebeldes, entró con el ejército realista a la plaza de Cuautla.

El sitio de 72 días marco un hito en la guerra de la independencia y un capítulo amargo para la corona española. Pues, los altos costos de la batalla, el gran número de muertes y la duración del sitio pusieron en evidencia la debilidad en las estructuras de las instituciones de la Nueva España.

En el municipio de Cuautla aún se conservan los edificios donde se forjó parte de este episodio histórico, como son la Iglesia de San Diego, primer cuartel comandado por Hermenegildo Galeana; la Iglesia de Santo Domingo, segundo cuartel bajo el mando de Leonardo Bravo; la Arrocera Buena Vista, tercer cuartel, de Mariano Matamoros.

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